
Esta mañana, cuando he llegado a la oficina, me he encontrado con un hada. Allí estaba, en el pasillo, vestida de blanco y con un velo en la cabeza. Le he ayudado a ponerse las alas porque no llegaba bien ella sola y me ha dado un montón de caramelos. Luego ha llegado un malabarista. Se ha perdido al venir el pobre porque claro, no debe ser nada fácil andar por el centro de Madrid en monociclo. El malabarista llevaba un enorme gorro de fieltro negro y una maleta antigua, pintada con círculos verdes. Los dos estaban muy contentos, me han deseado feliz navidad y se han marchado.
Y es que en un día frio y gris como hoy, donde todo se hace un poco cuesta arriba menos el ánimo, que va cuesta abajo, en un día en el que tienes tanto que hacer que no tienes tiempo y la Navidad te pesa taaaanto, lo mejor que te puede pasar es que haya un hada o un malabarista para sacarte una sonrisa.
P.D Ha salido un cuento pero os juro que hoy había un hada en mi oficina y un malabarista en monociclo (y no, no me he tomado un copazo para desayunar)
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